A LA OCASIÓN LA PINTAN CALVA. Los
romanos personificaban a la diosa Ocasión como una mujer hermosa y con alas,
como símbolo de la fugacidad con que pasan ante el hombre las buenas ocasiones u
oportunidades. Parada en puntas de pie sobre una rueda y con un cuchillo en la
mano, la diosa Ocasión tenía una cabeza adornada por delante con abundante
cabellera, mientras que por detrás, era totalmente calva. De manera que, al
decir "tomar la ocasión por los pelos", se entendía que debía esperársela de
frente, cuando ella venía hacia uno, donde se tendría la oportunidad de tomarla,
ya que una vez que había pasado -y al no tener pelos por detrás- sería imposible
agarrarla. Con el tiempo, la expresión perdió algo de su sentido original y
comenzó a ser utilizada para dar a entender que una cosa se logra más por suerte
que por capacidad. Respecto de la variante "(a) la ocasión la pintan calva",
alude a la posibilidad inminente de alcanzar un logro y que por ninguna causa
puede desperdiciarse la oportunidad.
A OJO DE BUEN CUBERO. Esta expresión
se emplea normalmente para decir que una cosa está hecha sin medida.
Antiguamente, en los diferentes reinos existía una total falta de reglamentación
a propósito de los sistemas de medidas. La frase hace referencia a las medidas
de capacidad de las cubas destinadas a contener agua, vino u otro líquido. Las
cubas eran fabricadas una a una por el cubero, y su capacidad venía determinada
por el reino en el que tuviera montado el negocio e incluso por las diferentes
normativas de medidas dictadas por los señores feudales.
A LA VEJEZ
VIRUELAS. La viruela o viruelas era una enfermedad vírica contagiosa que
afectaba principalmente a niños y adolescentes, y que, una vez curada, dejaba
cicatrices indelebles. Por tanto, no era una infección propia de personas de
avanzada edad. Esta expresión es el título de una comedia de 1817. Se trata de
una obra en prosa que narra las visicitudes de dos viejos enamorados. Algunos
creen que el dicho surgió a raíz del estreno de la comedia en 1824. La frase
alude a quienes se enamoran tardíamente y a quienes realizan aventuras no
usuales para su edad, siendo éstas más propias de la juventud.
A OTRO
PERRO CON ESE HUESO. La expresión se usa como una forma de desanimar a quien
quiere hacernos creer una mentira o bien nos ofrece algo cuya calidad es
inferior, invitándolo a que lo intente con otra persona, aludiendo de esta forma
a la ingenuidad del perro, que corre detrás de cualquier cosa que se parezca a
un hueso, sea una piedra o un hueso de plástico. Hoy en día, la locución a otro
perro con ese hueso -que muy bien parece ser propia del Río de la Plata- se usa
con idéntico valor.
A RÍO REVUELTO, GANANCIA DE PESCADORES. Es proverbio
que alude a los que medran aprovechando las revueltas y trastornos. la
experiencia demuestra que los pescadores cogen mucho más pescado en el agua
turbia que en la clara, tal vez porque cuando el agua está turbia los peces no
ven los peligros que corren y caen más fácilmente en ellos. De aquí nació el
otro modismo: "Pescar en agua turbia", como sinónimo de hacer su negocio y
aprovecharse de un desorden que tal vez se ha promovido con dicho fin. Los
griegos decían en el mismo sentido: "Enturbiar el agua del lado para pescar
anguilas", modismo que Aristófanes aplica al mal ciudadano que provoca
desórdenes a fin de enriquecerse a expensas del público.
A SEGURO SE LO
LLEVARON PRESO. Es un dicho que, en su origen español, habría sido a Segura lo
llevaron preso, en el que se produce un juego de palabras entre el apellido
Segura y el adjetivo seguro/a. Aparentemente, se referiría al castillo de la
villa jienense (de Jaén) de Segura de la Sierra, que sirvió de prisión. Para
algunos, era una cárcel para delincuentes comunes en la que la vida era muy dura
y sobrevivir se convertía en un logro casi inalcanzable; para otros, era un
lugar de detención de personajes de cierta alcurnia, con lo que las condiciones
de vida no eran tan malas y el tiempo de permanencia de los presos no era muy
prolongado. De cualquier forma, la expresión alude a la posibilidad de que, no
importa la condición social de las personas, a cualquiera le cabe la posibilidad
de ser encarcelados si no ponen cuidado en sus acciones. Originariamente, la
frase pudo haber sido A Segura, lo llevaron preso, como diciendo "a ese lugar
(Segura), fue donde lo llevaron preso". En nuestro país, se utiliza la frase
para dar a entender que nadie está exento (seguro) de que le pase algo, bueno o
malo.
A TONTAS Y A LOCAS. Según el Diccionario de la Real Academia
Española, significa “hacer una cosa con desbaratamiento, sin orden ni concierto”
Es frase muy antigua, que se encuentra ya en Don Quijote en los versos truncos,
de cabo roto, que dirige Urganda la Desconocida, en la parte poética preliminar
de la novela. Por cierto que entonces Cervantes, jugando con el vocablo, emplea
esta segunda imagen no sólo como expresión adverbial sino en su simple sentido,
llamando tontas y locas a las doncellas que se entretenían en vanas locuras.
Algo parecido pasa con la historieta atribuida al dramaturgo contemporáneo
Jacinto Benavente, a quien, habiéndole propuesto unas damas que pronunciara una
conferencia en un club femenino, allá por los años veinte de nuestro siglo,
contestó que no le gustaba improvisar, hablar “a tontas y a locas”, jugando con
el sentido literal y el sentido adverbial del vocablo. Sin embargo, hemos de
añadir que esta anécdota, como tantas otras, ha sido atribuida a Jacinto
Benavente un tanto a la ligera. Aunque es posible que se expresara tan
sarcásticamente, es seguro que la frase no era suya. Efectivamente, el
licenciado Juan de Robles en su primera parte de El culto sevillano, obra del
siglo XVII, escribe, refiriéndose al fraile agustino fray Juan Farfán:
“Convidáronle ciertas monjas para predicarles un sermón grave, dándole poco
lugar de estudiar. Subióse al púlpito y escusóse de ello y remató la escusa
diciendo: "Pero al fin, hoy predicaremos a tontas y a locas, como pudiéramos"”.
Éste debió de ser un chascarrillo bastante vulgar en los postreros años del
siglo XVI puesto que se registraba también en los Diálogos de apacible
entretenimiento de Gaspar Lucas Hidalgo (Barcelona, 1605). Y asimismo en Luis
Quiñones de Benavente, en el siglo XVII, pues el personaje Cosme dice en su
Entremés del soldado: De aquestas palabras pocas no os agraviéis, damas, no; que
ya se sabe que yo lo digo a tontas y a locas.
AL FREÍR SERÁ EL REÍR.
Existen varias versiones para justificar el origen de este dicho, utilizado
generalmente para pronosticar el cumplimiento de algún hecho adverso, o bien
para reprobar la escasa prudencia en la ejecución de cierta tarea. La versión
más probable dice que en la España del rey Felipe IV existía un calderero
(vendedor de calderas, salamandras, ollas y sartenes, entre otros utensilios)
muy famoso por sus picardías. Pero sucedió que una vez, otro pillo ansioso de
jugarle una mala pasada y de burlarse de él, entró en su comercio y pidió
comprar una sartén. Con el mayor de los desparpajos, el calderero le alcanzó una
que estaba quebrada por abajo. El comprador, ignorando aparentemente la falla de
la sartén, abonó satisfecho el importe del elemento, pero lo hizo con plata
falsa que el calderero recibió también descuidadamente. Cuando el calderero
advirtió que su comprador se retiraba sonriendo con malicia, dijo
intencionadamente: "je, je... al freír será el reír", como previendo el mal
momento que su cliente habría de soportar al querer utilizar la sartén. Una vez
que el comprador escuchó esta frase, replicó en igual tono, diciendo: "ja, ja...
al contar será el llorar", seguro de la desagradable sorpresa que se llevaría el
comerciante al hacer el recuento de sus ganancias del día.
APAGÁ Y
VÁMONOS. Para explicar el origen de este dicho, debemos relatar un original
desafío sostenido hace siglos por dos sacerdotes del pueblo de Pitres, en
Granada. Sucede que ambos clérigos eran aspirantes a una capellanía castrense y
decidieron un día apostar a cuál de los dos sería el que dijese la misa más
rápidamente, es decir, en menos tiempo. Una vez dispuesto el día de realización
del original "duelo", el primero de ellos subió al altar y dijo: "Ite, misa
est", forma que hoy equivale a lo que los sacerdotes católicos expresan cuando
dicen: "Hemos celebrado la Misa. Podéis ir en paz". El segundo, que ya veía que
su contrincante había sacado ventaja, dudó un instante, giró, miró a su
monaguillo y le dijo: Apagá y vámonos, con lo que a nadie le quedó duda de que
su "misa" había sido la más breve. En la actualidad, suele usarse este dicho
para dar a entender que en cierto lugar nada queda por hacer y está todo
terminado. Entre nosotros, circula la variante que el último apague la luz con
un valor diferente y quizás algo más apocalíptico.
ASÍ ME LAS DEN TODAS.
El origen de este dicho está basado en un hecho muy directamente relacionado con
el accionar de la Ley y la Justicia. Cuentan que un alguacil, por orden del
juez, fue una vez a ejecutar un mandamiento. Sin embargo, las cosas se le
complicaron: en lugar de cobrar la multa que pretendía, sólo recibió como pago
dos sonoros bofetazos. De regreso ante su superior y confiando en mover la
cólera del juez contra el agresor, relató ante aquel lo sucedido y acabó por
decir que los bofetones, en realidad, se los habían dado a él, al señor juez en
su propia cara, debido a que no habían querido acatar la orden por él dictada.
El juez -hombre de buen humor, sin dudas- lo escuchó pacientemente y le
respondió: "Cierto... pero así me las den todas, como queriendo decir que, de
esa manera, no tenía inconveniente en "cobrar una paliza". Si bien el dicho no
es muy usado en la actualidad, suele usárselo irónicamente, para dar a entender
que algo nos es indiferente, sobre todo si se trata de males o desgracias
ajenas.
ATAR LOS BÁRTULOS. ¡Cuántas veces habremos mencionado los
bártulos, sin saber realmente a qué clase de elemento aludíamos! En realidad,
Bártulo o Bártolo de Sasso-Ferrato (que posteriormente dio origen al popular
nombre Bartolo) fue un eminente jurisconsulto italiano que vivió en la baja Edad
Media, profesor de Derecho en las universidades de Pisa, Bolonia, Padua y Perusa
y cuyas obras -contenidas en trece volúmenes- sirvieron de base de estudio
durante tres siglos a los alumnos de Derecho de toda Europa. Los estudiantes
españoles tomaban nota de las obras del ilustre tratadista y, una vez concluida
la clase, ataban los apuntes por medio de cintas o correas. Al conjunto de estos
apuntes se los conocía familiarmente por el nombre de bártulos, de donde, en la
jerga estudiantil, la tarea de reagruparlos y atarlos una vez utilizados, dio
origen a la expresión atar (o liar) los bártulos. Así, por extensión, el dicho
terminó por aplicarse también a toda disposición o preparativo que, por lo
general, hace referencia a una mudanza, cambio de domicilio o traslado de
utensilios.
BRILLAR POR SU AUSENCIA. Entre los romanos, existía la
costumbre de exhibir en los actos fúnebres los retratos de todos los antepasados
y deudos del difunto. Por eso, el célebre historiador Tácito, al relatar en el
libro III de sus "Anales" las honras fúnebres de Junia -viuda de Casio y hermana
de Bruto (el asesino de Julio César)- cuenta que todo el mundo se daba cuenta de
la ausencia ("brillaban" por ella) de la efigie de los dos criminales.
Posteriormente, en el siglo XVIII, el gran poeta francés André de Chenier puso
de moda la expresión brillar por su ausencia que todo el mundo usa hoy, a veces
con mala intención, para resaltar la falta de algo o alguien en determinada
circunstancia.
CARGAR CON EL MOCHUELO. En los últimos años, se han
difundido en la Argentina innumerables cuentos que tienen por protagonistas a
integrantes de la colectividad gallega, a quienes se endilga una marcada falta
de inteligencia, lo mismo que su poco apego a las costumbres higiénicas, en
contraposición con la noticia -ignorada por muchas personas- de que el lenguaje
gallego fue el primer romance (lengua derivada del latín) que se habló a la
perfección. De todas formas, esos relatos, que por lo general son originarios de
estas latitudes, no lo son en cuanto a la originalidad de la idea, ya que el
dicho que ahora nos ocupa procede de la propia España. Cuentan que dos jóvenes
-uno andaluz y otro gallego- entraron cierta vez a una posada y pidieron al
dueño del lugar algo para cenar. Como el mesonero les dijo que sólo disponía de
una perdiz y un mochuelo (especie de ave rapaz nocturna de carne muy dura y poco
sabrosa), el andaluz -que llevaba la voz cantante- se aptresuró a decir que los
trajese y que ellos se encargarían de distribuir equitativamente las presas. Una
vez frente a las aves cocinadas, el andaluz dijo al gallego: -Elige, hermano,
puesto que la cosa es clara: o tú te comes el mochuelo y yo la perdiz o yo me
como la perdiz y tú te cargas el mochuelo. Abrumado por tan "original"
alternativa, el ingenuo gallego se tuvo que comer el mochuelo mientras el
avivado andaluz daba cuenta de la sabrosa perdiz. Desde entonces, el dicho se
usa para calificar todo asunto o trabajo enojoso y difícil que recae sobre
alguien en contra de su voluntad, sobre todo si éste ha sido
engañado.
CARGAR CON EL MUERTO. Según las leyes medievales, cuando en la
jurisdicción de una localidad era hallado el cuerpo de alguna persona muerta en
circunstancias extrañas, si no era posible determinar la identidad del homicida,
el pueblo donde había sido encontrado el cuerpo estaba obligado a pagar una
multa llamada homicidium u omecillo. A causa de esto, y con el fin de eludir el
pago de la multa, cuando se hallaba un muerto en las calles, los habitantes del
pueblo en cuestión se apresuraban y, de común acuerdo, levantaban el cuerpo y lo
trasladaban a alguna localidad vecina, de manera que la responsabilidad del
crimen recayera sobre ésta y, en consecuencia, fuera ella la que debiera hacerse
responsable de pagar la multa correspondiente. Con el tiempo, el dicho comenzó a
aplicarse -en sentido figurado- como equivalente de la pretensión de descargar
sobre otro la culpa por algún delito o falta cometida. En la actualidad, el
dicho cargar con el muerto conserva el mismo valor, aunque suele aplicárselo,
preferentemente, para referir a la responsabilidad que le cabe a alguien en el
pago de alguna deuda, sobre todo cuando se trata de cuentas impagas o difíciles
de saldar, como cuando solemos decir -luego de una reunión de numerosos
comensales-: "Y ahora... ¿quién levanta este muerto?
COLGAR EL SAMBENITO.
Entre los antiguos usos de la Iglesia primitiva y después, durante los tiempos
de la Inquisición, a los penitentes que lloraban sus culpas y mostraban
arrepentimiento, se les daba una vela de cera y se los arropaba con una especie
de saco de lana que, previamente, había sido bendecido por el sacerdote o
párroco del lugar. De ahí, que a esa prenda se le llamase saco bendito,
denominación que más tarde, derivó en las formas san bendito y, finalmente,
sambenito. Este hábito -que, en realidad, era una réplica del saco de penitencia
usado por los penitentes de la Iglesia primitiva- consistía en una especie de
escapulario de lana amarilla con la cruz de San Andrés, llamas de fuego y otros
jeroglíficos estampados en la superficie. Pero, respecto de la etimología de la
palabra, hay quienes sostienen que proviene del nombre de San Benito, cuyo
significado pasó por designar primero al "escapulario benedictino", luego al
"escapulario que se ponía a los condenados por la Inquisición" y finalmente,
"signo de infamia". El objetivo de penitencia de este atuendo dio origen al
dicho popular cargar o colgar a uno el sambenito, con el que se expresa el acto
de echar sobre alguien una culpa que no merece, como cuando decimos comerse un
garrón, en alusión a idéntica situación. COMER DE GORRA. Este dicho nos
remonta a la época en que los estudiantes vestían de capa y gorra. Y sucedía
que, como buenos estudiantes, eran dueños de un apetito voraz a causa del
tremendo desgaste que significaba responder a las exigencias de las
universidades de entonces. Sumado a esto, como muchos de ellos provenían de
lugares distantes de las grandes ciudades a las que acudían en busca de la
excelencia educativa, no tenían dónde recurrir cuando sus hambrunas eran
insostenibles. Por eso, debían agudizar su ingenio y acudir a picardías propias
de la edad para poder llevarse algo al estómago. Uno de los recursos era meterse
"de colado" en las fiestas de bautismos, cumpleaños o casamientos importantes,
repartiendo reverencias y ceremoniosos gorrazos (saludos hechos con la gorra) y
permaneciendo mudos y aislados durante la celebración para no ser detectados por
los anfitriones, pero dando cuenta de los apetitosos manjares que se servían en
la ocasión. De ahí, que a esta clase de "invitados" se les llamase
despectivamente capigorrones, de donde -por analogía- surgió la expresión comer
de gorra, en alusión al hecho de poder hacerlo merced a los saludos realizados
con ese elemento. Mucho tiempo después, en este siglo, comenzaron a pulular
cantantes e instrumentistas populares que realizaban su actuación en la vía
pública y que recogían la limosna dada por los transeúntes, en un sombrero o
gorra que depositaban en el suelo.
COMO PEDRO POR SU CASA. Dícese de la
persona que se mueve con desenvoltura en un lugar que no le es propio. En
ocasiones tiene un significado peyorativo, porque se trata de un intruso cuya
actitud es impertinente, arrogante o excesiva. Un antiguo refrán decía: «Algo va
de Pedro a Pedro», y significaba que existen diferencias incluso entre los que
parecen iguales. Y otros, también olvidados: ”Viejo es Pedro para cabrero”,
“Bien se está Pedro en Roma, aunque no coma”. Todos estos refranes, y otros
muchos, indican que Pedro es el nombre que se le da a cualquier individuo, para
personalizar las frases hechas, los dichos o los refranes. Con especialidad,
Pedro parece representar al dueño o al amo de una casa, como si se tratase de
una antiquísima relación de las palabras cristianas según las cuales San Pedro
era la piedra angular o primera piedra de la Casa de Dios. Algunos autores, sin
embargo, han tratado de identificar a este Pedro con Pedro I de Aragón (siglos
XI y XII) aludiendo a un antiguo dicho: “Entrarse como Pedro por Huesca”,
aludiendo a la poca resistencia que tuvo este rey en la torna de dicha
ciudad.
CON AZÚCAR ESTÁ PEOR. Cuentan que el célebre músico navarro don
Juan Emilio Arrieta -para entonces director del Conservatorio madrileño- se
hospedaba en una pensión de la calle llamada "del Desengaño", de cuyo baño salía
continuamente un olor nauseabundo. El músico se quejaba reiteradamente ante la
dueña y la instaba a que solucionara tan desagradable situación, hasta que un
día, al entrar en la casa, don Arrieta advirtió que el olor -aunque distinto-
resultaba aún más insoportable y repugnante que el anterior, por lo que preguntó
a la dueña. -¡Pero, doña Blasa! ¿Qué ha hecho usted? -¿Qué he hecho?- repuso
dolida la patrona. -¿Todavía no está usted satisfecho, don Juan? Pues, sepa que
me la pasé toda la mañana quemando azúcar. A lo que el músico respondió: -¡Ay,
doña Blasa! ¡Con azúcar está peor! Esta salida de don Arrieta fue tan
festejada que ha quedado en el lenguaje coloquial de España para dar a entender
que ciertos remedios, a veces, dan resultados contraproducentes, de manera que
en lugar de mejorar las cosas, las agravan y empeoran.
DAR EN EL CLAVO.
Esta expresión, seguramente, será asociada por el lector con la acción de
martillar, clavar... y nada más alejado de la verdadera procedencia del dicho.
En la Antigüedad, existía un juego infantil llamado "hito", que consistía en
fijar un vástago o un gran clavo a cierta distancia de los participantes
quienes, desde su lugar, arrojaban unos tejos anillados de hierro, de manera que
el éxito en el juego lo lograban quienes conseguían acertar con el aro en el
hito. Y como el hito solía ser de hierro -por lo general, se trataba de un
clavo- la expresión dar en el clavo vino a significar lo mismo. Con el tiempo y
como sucedió con casi todos los dichos populares, la gente comenzó a utilizarlo
con otro sentido, en este caso, como equivalente de acertar en la solución de
alguna cosa complicada y difícil.
DAR GATO POR LIEBRE. Si hay algo que ha
mantenido la tradición con el paso de los siglos, es, sin duda, la mala fama de
las posadas, hosterías y fondas, respecto de la calidad de sus comidas. La
literatura universal está llena de alusiones, muchas de ellas irónicas, acerca
del valor de los alimentos ofrecidos en ellas. Y era tanto el descrédito de
estos lugares, que llegó a hacerse usual entre los comensales la práctica de un
conjuro, previo a la degustación, en el que aquellos, parados frente a la carne
recién asada, recitaban: Si eres cabrito, manténte frito; si eres gato, salta al
plato. Por supuesto, este "exorcismo" nunca sirvió para demostrar la veracidad
de la fama de la posada, pero dio origen a la expresión dar gato por liebre, que
con el tiempo se incorporó al lenguaje popular como equivalente de engaño
malicioso por el que se da alguna cosa de inferior calidad, bajo la apariencia
de legitimidad.
DAR LA LATA. Son muchas las versiones que circulan
respecto de la procedencia del dicho, aunque todo induce a creer que proviene
-por imitación- de los antiguos dichos dar la tabarra o dar la murga, con los
que se daba a entender el fastidio ocasionado por alguien que golpea
instrumentos de percusión tales como zambombas, palos y cencerros, para festejar
las segundas nupcias de una viuda o de un viudo. Posiblemente, al aparecer en el
mercado la hoja de lata (luego, hojalata) como producto de uso común, los
recipientes vacíos de ese material fueron incorporados al equipo sonoro de las
"cencerradas". De manera que la expresión dar la lata, o sea, percutir sobre
ella, no hizo más que extender el concepto tradicional de dar la murga. También
se ha documentado que la frase podría provenir de la ciudad de Málaga, en cuya
cárcel los presos solían comprar una lata de mosto condimentado con sobras de
vino, licores y aguardientes que al ser bebidos, provocaban en los detenidos una
intensa borrachera y, como consecuencia, un deseo incontenible de hablar. El uso
popular, sin embargo, le ha adjudicado al dicho el significado de fastidio
causado por cualquier inoportuna insistencia, aunque entre nosotros se lo aplica
lisa y llanamente a quien posee la característica de hablar por
demás.
DAR PALOS DE CIEGO. Es sabido por todos que la ceguera -aparte de
constituir una lamentable desgracia para quien la padece- ha sido siempre motivo
de burla y pretexto para la creación de frases y expresiones divertidas. Y para
probar esta afirmación, basta con citar algunos de los juegos populares nacidos
en tiempos remotos cuyo fundamento consistía en privar ocasionalmente de la
visión a los participantes. Tales son los casos de la gallina ciega y la piñata,
juego que llegó a dar nombre a un día: el "Domingo de la Piñata", en cuyos
festejos se vendaban los ojos de los participantes y estos, armados de un palo,
comenzaban a dar garrotazos contra una cazuela de barro pendiente de hilo.
Cuando la vasija era alcanzada por un certero garrotazo, ésta se abría
derramando su contenido -que solía ser agua o pequeñas golosinas- sobre el autor
del golpe. Así, la gente estallaba en bullicioso jolgorio. De esta alegre
costumbre, no extinguida del todo en nuestros días, precede la expresión dar
palos de ciego, aplicada para significar el perjuicio que se sufre al proceder
sin tino ni cautela, a lo loco, en cualquier asunto delicado.
DÁRSELA CON
QUESO. En la Antigüedad, la presencia de animales roedores constituía una
amenaza para la salud de los habitantes de las grandes ciudades, debido a las
enfermedades que transmitían. Por eso, era muy común escuchar la expresión
armarla con queso, en referencia a las ratoneras o trampas para la caza de
ratones, en cuyo mecanismo se colocaba un trozo de queso para así atraer a los
roedores, golosos y reconocidos degustadores de ese producto lácteo. Por
analogía, el dicho dársela con queso pasó a usarse metafóricamente en el
lenguaje coloquial, con el significado de cebo", "ardid" o "engaño" mediante el
cual una persona atrae a otra para conseguir un fin perseguido, con lo que queda
claro que esta expresión puede muy bien equivaler a caer en la
trampa.
DARSE MUCHAS ÍNFULAS. En la Antigüedad, se llamaban "ínfulas" a
unas tiras o vendas de las que pendían dos cintas llamadas "vittae", una a cada
lado de la cabeza. Las "ínfulas" se usaban arrolladas en la cabeza a manera de
diadema o corona, y solían lucirlas los príncipes y sacerdotes paganos, como
señal distintiva de su dignidad. Con estas "ínfulas" se adornaban también los
altares y -en algunas ocasiones- las víctimas que eran llevadas al sacrificio.
Pero cuantas más eran las ínfulas y mejor la calidad de su confección, más
importante era considerada la persona que las portaba, por lo que, era muy común
escuchar hablar de víctima de muchas ínfulas. Con el tiempo, el dicho pasó a
designar a todo aquel que actúa con habitual vanidad y orgullo desmedidos y, por
lo general, despreciando al prójimo.
DEJARLE EN LA ESTACADA. La
"estacada" era el campo de batalla contruido con estacas donde se celebraban los
desfiles solemnes, los torneos y demás competiciones entre caballeros. De ahí se
llamó figuradamente "quedarse en la estacada" a ser vencido en una disputa o
perder en una determinada empresa; y "dejar a alquien en la estacada" a
abandonarle en un momento delicado o peligroso.
DEL TIEMPO DE
MARICASTAÑA. No hay certeza acerca de la existencia de este personaje, como
tampoco se conoce el motivo por el cual se lo asocia con épocas remotas. Hay
quienes afirman que, efectivamente, existió en la provincia de Lugo (España) una
Maricastaña quien, junto con su marido y hermanos, encabezó un partido de
extracción popular que se oponía al pago de los tributos exigidos abusivamente
por el obispo del lugar. Incluso, se afirma que habría sido ella misma la que
ordenó matar -como represalia- al mayordomo del prelado. Aparentemente, la fama
de esta mujer se cimentaba no tanto en sus principios morales y actitudes de
arrojo cuanto en su aspecto muy varonil. Sin embargo, también hay quienes
afirman que el personaje Maricastaña no es real sino ficticio y pertenecería a
la leyenda celta, a través del cuento "La batalla de los pájaros", cuyo
personaje central es una tal Auburn Mary (traducible como María de color
castaño). De todas formas, real o inventada, esta mujer forma parte del léxico
de la mayoría de los hispanohablantes en el dicho del tiempo de Maricastaña,
para hacer alusión a algo o alguien que hace mucho tiempo que está en este
mundo.
DE PASCUAS A RAMOS. Cuando un suceso ocurre muy de vez en cuando,
decimos que pasa "de Pascuas a Ramos". El dicho alude a la festividad de la
Pascua de Resurrección, que tiene lugar una semana después del Domingo de Ramos.
Por lo tanto, entre ambas festividades, existe un lapso de tiempo de un año
menos una semana.
DE PUNTA EN BLANCO. Esta expresión, que en la
actualidad solemos utilizar para elogiar la elegancia y pulcritud de la
vestimenta de alguna persona, tiene su origen en los antiguos usos de la
caballería. En ese tiempo, en cambio, el dicho se aplicaba a los caballeros que
solían llevar todas las armas del arnés desnudas y listas para el combate y como
estas eran de acero bruñido, centelleaban al sol con una blancura
resplandeciente, es decir, los caballeros iban de punta en blanco. Esta
expresión es la misma que da origen a la frase armas blancas, aludiendo a que
son cortantes, en contraposición con las llamadas armas negras, que eran las que
se utilizaban en la práctica de la esgrima y que no eran cortantes ni punzantes;
asimismo, eran también llamadas armas negras las que permanecían envainadas. Por
analogía, con el correr del tiempo, el modismo ir de punta en blanco vino a
aplicarse también al acto de vestir suntuariamente -ya sea de uniforme o
etiqueta- y con el máximo esmero, tal como lo hacen en la actualidad muchas
personas.
DORAR LA PÍLDORA. Desde siempre, los medicamentos (infusiones,
polvos, brebajes...) se han caracterizado por tener un sabor amargo, lo cual los
hacía molestos en el momento de tener que tragarlos, pero eso era considerado
algo natural, tanto como lo era el hábito de tener que soportar el dolor. Hoy,
todos sabemos que esos botoncitos compuestos por distintas variedades de
productos medicinales llamados píldoras suelen estar integrados -por lo general-
por elementos de sabor amargo y desagradable al paladar. De ahí, que los
antiguos boticarios, tal como se sigue haciendo en el día de hoy en los modernos
laboratorios farmacéuticos, para disfrazar o disimular ese desagradable sabor,
acudiesen al recurso de dorar la píldora con alguna substancia de gusto
azucarado y suave al paladar, de manera que se facilitara la acción de tragar el
medicamento. Ese es el sentido de la expresión dorar la píldora, que hoy
aplicamos en el lenguaje diario para hacer o decir algo de una forma más suave y
tratando de no herir a quien nos escucha.
DORMIRSE EN LOS LAURELES.
Antiguamente, a los poetas, emperadores y generales victoriosos, se les coronaba
con guirnaldas confeccionadas con hojas de laurel. Pero si después de haber
conseguido el triunfo y el reconocimiento general con la corona de laurel, la
persona dejaba de trabajar y esforzarse se decía que se "dormia en los
laureles".
ECHAR CON CAJAS DESTEMPLADAS. En el pasado, cuando un militar
incurría en delito de infamia y los superiores disponían separarlo del Cuerpo,
se procedía a destemplar ("destruir la concordancia o armonía con que están
templados los instrumentos musicales") el parche de las cajas o tambores y,
redoblando así sobre ellos, se realizaba la degradación pública del acusado.
Asimismo, de esta manera -con el acompañamiento de cajas destempladas o
desafinadas- eran conducidos los reos condenados a muerte al cadalso donde iban
a ser ajusticiados. En la actualidad, la expresión echar con cajas destempladas
se aplica para despedir a alguien (sin necesidad de que sea exclusivamente
militar) de determinado lugar, pero acompañado de acritud y malos modos, cuando
no con gritos e insultos.
EL CANTO DEL CISNE. Se refiere a la última obra
o actuación de una persona? A pesar de que el cisne no canta nunca -lo más emite
un ronquido sordo- existe una leyenda antigua que afirma que emite el canto más
melodioso como premonición a su propia muerte, según relata Marcial y el poeta
Virgilio.
EL ORO Y EL MORO. Esta es una locución bastante difundida en
nuestro lenguaje coloquial y, por lo general, se la usa para ponderar el precio
y el aprecio (a veces, bastante exagerado) de una cosa o persona. El origen del
dicho fue un hecho de armas protagonizado por un grupo de caballeros jerezanos
durante las guerras de la Reconquista. Sucedió que, durante una incursión
afortunada, estos caballeros lograron capturar a unos cincuenta moros notables,
entre los que se encontraban Abdalá, el alcalde de la ciudad malagueña de Ronda
y un sobrino de éste, llamado Hamet. El alcaide obtuvo muy pronto su rescate,
mediante el pago de una fuerte suma de dinero, pero no así los demás -ni
siquiera su sobrino Hamet-, pese a los enérgicos requerimientos del propio rey
Juan II de Castilla. Los caballeros -y particularmente, la esposa de uno de
ellos- exigían la entrega de cien doblas (monedas castellanas de oro) por la
liberación del cautivo. En virtud de esto, el rey ordenó que Hamet fuese
trasladado a la Corte, pero debido al forcejeo entre el soberano y los
caballeros por el cobro del rescate, la malicia del pueblo no tardó en acuñar la
frase quedarse con el oro y el moro, aplicada a la aparente intención
negociadora (en su favor) del rey. Con el tiempo, el dicho comenzó a aplicarse
para censurar a toda persona que pretende retener más de lo que le corresponde
por derecho, y así es comno lo usamos en la actualidad.
EL QUE SE FUE A
SEVILLA, PERDIÓ SU SILLA. Cuentan que durante el reinado en Castilla de Enrique
IV de Trastámara, un sobrino de don Alonso de Fonseca -arzobispo de Sevilla- fue
a su vez designado arzobispo de Compostela, pero suponiendo el tío que, a causa
de las revueltas que agitaban Galicia, a su sobrino le costaría mucho tomar
posesión de su cargo, se ofreció para adelantarse a Santiago para allanarle las
dificultades, pero a cambio, le pidió a su sobrino que lo reemplazase en los
negocios de su sede en Sevilla. Efectivamente, así se hizo y con el mejor
resultado, de manera que una vez que don Alonso, concluida la gestión, regresó a
Sevilla, se halló con la desagradable sorpresa de que su sobrino se resistía a
abandonar la sede que regenteaba, alegando que el arreglo había sido permanente.
Para reducirlo, se hizo necesaria la intervención del Papa y hasta la del propio
rey Enrique. El joven, una vez que regresó a Santiago, terminó preso y
sentenciado a cinco años de condena por otros delitos, pero su carrera continuó
y llegó a ocupar los más altos cargos eclesiásticos, teniendo que ceder su
arzobispado a su propio hijo. De aquel suceso, muy comentado en su tiempo, nació
el dicho que seguramente en su origen debió ser el que se fue "de" Sevilla,
perdió su silla y no como lo conocemos hoy, el que se fue "a" Sevilla, perdió su
silla, porque en realidad, don Alonso no fue a Sevilla sino a Santiago de
Compostela, para lo cual debió irse de Sevilla y... dejar su silla.
EL
TIEMPO DE LAS VACAS GORDAS. Según cuenta la Biblia (Génesis), cierta vez el
faraón tuvo un sueño singular e inquietante: vio cómo siete vacas gordas eran
devoradas por otras tantas vacas extremadamente flacas. Desconcertado por tal
visión, convocó a los adivinos y agoreros más afamados del país, pero ninguno de
ellos supo interpretar satisfactoriamente la pesadilla. Ante tal circunstancia,
hizo comparecer ante sí a José, hijo de Jacob y Raquel, que se hallaba en
prisión y éste le explicó que las siete vacas flacas simbolizaban "los siete
próximos años, que serían de abundancia y prosperidad", mientras que las siete
vacas flacas representaban la "escasez y penurias que harán que se olvide toda
la abundancia de la tierra de Egipto durante otros siete años, y el hambre
consumirá la tierra". Con el tiempo, la frase el tiempo de las vacas gordas
adquirió el valor de aludir a cualquier período de prosperidad material, pero
con la advertencia implícita de que a ese período habrá de sucederle otro de
necesidades y apremios.
ENTRAR CON EL PIE DERECHO. Esta es una expresión
que desde hace mucho tiempo solemos utilizar para significar el comienzo
favorable de una empresa, aunque comúnmente se sostiene que la locución es una
forma residual de alguna práctica supersticiosa. Lo cierto es que tiene su
origen en la rúbrica de los Misales donde, por motivos arcanos se prescribe que
el celebrante, una vez comenzado el introito y al disponerse a subir las gradas
del altar, debe iniciar su marcha con el pie derecho, esto es, entrar con el pie
derecho. Curiosamente, esta costumbre se ha mantenido a pesar de su procedencia
pagana. Por extensión, comenzó a aplicarse el dicho para referirse a la acción
que prenuncia la buena suerte necesaria en la iniciación de una tarea y su
culminación con éxito.
ESTAR A DOS VELAS. Se usa para referirse a carecer
de dinero y de recursos en general. Son muchas las explicaciones que se le dan a
esta frase. Se oye decir que es un símil marinero que como "A todo trapo" o "A
palo seco" ha calado en el lenguaje, significando en este caso que la
embarcación navega tan solo con dos velas y no utiliza la totalidad de sus
recursos. Pero no parece convincente. También se dice que procede del gesto que
se hace para demostrar que no se tiene dinero y que consiste en meter las manos
en los bolsillos y estirar de los forros hacia afuera volviéndolos del revés.
Por la forma triangular que presentan y por el color blanco se les compararía
con las velas de una embarcación. José María Iribarren, en "El porqué de los
dichos", afirma que es muy posible que aluda al juego y al hecho de que
antiguamente en las timbas de naipes, el que hacía de banca tenía una vela a
cada lado para poder contar el dinero. En tal caso "dejarle a dos velas"
significaría dejarle sin dinero, en bancarrota. Gregorio Doval, en su "Del hecho
al dicho", que relaciona las velas con los mocos de los niños. De los niños muy
mocosos se dice que "están con las velas colgando" -quizás por su color cerúleo,
quizás por que los mueve el viento-, niños solos o abandonados que por no tener,
no tienen ni quien les limpie los mocos. A este claro ejemplo de pobreza y
desamparo habría que añadir el hecho de que la frase "estar a dos velas" suele
ir acompañada del gesto de pasar los dedos índice y corazón de arriba a abajo,
uno por cada lado de la nariz.
ESTAR EN BABIA. Aunque al lector le
parezca mentira, Babia existe y es una apartada comarca de la provincia de León,
en España, poco fértil y bastante alejada de las zonas pobladas en cuyo
territorio hoy se encuentran importantes pantanos de aprovechamiento hídrico.
Durante la Edad Media, al parecer, abundaba la caza en ese lugar y los reyes de
León lo eligieron como punto de reposo, particularmente para alejarse de los
problemas de la corte, complicada con las intrigas palaciegas de los nobles,
empeñados en instaurar un régimen feudal semejante al de la Europa
septentrional. Además, los reyes aprovechaban las bondades del lugar para -como
diríamos en nuestros días- "desenchufarse" de la tarea estresante, que no era
poca. Estas ausencias del rey motivaban a menudo la inquietud de los súbditos a
quienes, cuando preguntaban por él, se les respondía evasivamente que el rey
estaba en Babia. La expresión se hizo coloquial y pasó al lenguaje común para
significar toda disposición de ánimo desentendida, de propósito o
involuntariamente, ante cualquier tarea apremiante. Hoy en día, nosotros la
utilizamos específicamente para hacer referencia a toda persona distraída o que
parece ausente en el momento en que más se necesita de su
concentración.
ESTAR EN LA PALMERA. Este es un dicho que pertenece a los
argentinos y está ligado con los tiempos en que eran habituales los garitos o
lugares de juego prohibidos, uno de los cuales, alejado del centro de la ciudad,
albergaba una orgullosa palmera que se erguía en los fondos de la casa. Como la
palmera estaba alejada del lugar de reunión de los jugadores, los que perdían o
no la venían llevando bien con los números, se sentaban en el cantero que
circundaba la planta y meditaban sobre la esquiva fortuna. Con el tiempo, y una
vez que el lugar se hizo más y más popular, la planta también acrecentó su fama
y dio origen al nacimiento del dicho estar en la palmera, en directa alusión a
los que se hallaban junto a la planta porque ya habían perdido todo su capital.
Posteriormente, la expresión comenzó a utilizarse en otros ámbitos en los que se
debía justificar que alguien estaba totalmente quebrado
económicamente
ESTO ES JAUJA. Jauja es la capital de la provincia peruana
de Junín, famosa desde la época de la colonia por la fertilidad de su suelo y
por los privilegiados dones de salubridad que le atribuían. Durante los tiempos
de la colonización, era un codiciado lugar de reposo, sobre todo para los
enfermos del aparato respiratorio, por lo que su fama se hizo legendaria y llegó
a España, traída por los peruleros o emigrantes enriquecidos en aquel país. El
escritor Lope de Rueda, por su parte, influido por las noticias que de esa
tierra traían los viajeros, dio el nombre de Jauja a una ciudad ficticia llamada
"La tierra de Jauja", en la que describe el lugar como la isla del oro en la que
los árboles dan buñuelos, los ríos, leche; las fuentes, manteca y las montañas,
queso. Por supuesto, la fantasía popular terminó por identificar a la ciudad de
Jauja con el Paraíso, de manera que las expresiones esto es Jauja y vivir en
Jauja quedaron para siempre como equivalentes de pasar una vida sin sobresaltos
y con el bienestar asegurado.
HABLAR POR BOCA DE GANSO. Si usted,
estimado lector, supone que este dicho tiene que ver con el animal que todo
conocemos como ganso... se equivoca. Antiguamente, los hijos de los nobles y de
los ricos eran formados y educados por una especie de monitor o ayo llamado,
precisamente, ganso. Estos gansos o ayos ejercían una función educativa y
pedagógica, por lo general rígida y dogmática, es decir, algo equivalente a lo
que hoy llamamos "enseñanza enciclopedista". De manera que, los niños repetían
casi memoriosa y literalmente lo que habían escuchado de boca del ganso, y como
casualmente estos gansos solían caminar por los caminos de palacio seguidos por
los niños en fila india -tal como marchan los gansos con sus crías- la tradición
popular se encargó de acuñar la frase hablar por boca de ganso, para dar a
entender que alguien repite lo que otro ha dicho, como si fuera propio, pero sin
el correspondiente discernimiento. Otro factor que ayudó a confundir el
"ganso-ayo" con el "ganso-animal" es el hecho de que el ganso es un animal que
tiene fama de tonto, ya sea por su escasa inteligencia o por el sonido de su voz
gutural, elementos que han dado origen a la expresión "la risa abunda en la boca
de los gansos", generalmente aplicada a la persona que se ríe tonta y
constantemente, sin motivo.
HACERSE AGUA LA BOCA. Es por todos sabido que
la presencia de un manjar apetitoso no sólo despierta el deseo de saborearlo,
sino que activa de manera automática la secreción de las glándulas salivales,
ubicadas en nuestra boca. Tanto es así, que a veces, la sola mención de un plato
determinado es suficiente para producir ese efecto; y lo mismo sucede cuando
estamos presenciando una película o un programa de televisión y en la pantalla
se nos presenta un delicioso platillo: automáticamente, nuestras glándulas
salivales comienzan a secretar su líquido. Este fenómeno que más de una vez
hemos experimentado, da origen a la frase que metafóricamente utilizamos para
aludir a algo que nos produce esa sensación de saborear cierto manjar. Pero,
atención, la expresión hacerse agua la boca no se limita a la ingestión y
saboreo de una comida, sino que se extiende al sentido figurado y suele
aplicárselo en referencia a un hecho muy deseado y de inminente realización,
aunque no tenga relación alguna con la comida.
HAY GATO ENCERRADO. Se
dice cuando queremos afirmar que hay una causa o razón oculta. Era habitual
durante el Siglo de Oro español la utilización de bolsas para guardar el dinero
hechas con piel de gato y se les llegó a llamar popularmente con tal nombre.
Siendo "gatos" que encerraban riquezas desconocidas.
HAY (O NO HAY) MOROS
EN LA COSTA. La historia relata que, durante varios siglos el Levante español
(la zona mediterránea que abarca Valencia y Murcia) fue objeto de frecuentes
invasiones por parte de los piratas berberiscos (habitantes de la región
noroeste de África, entre el Mediterráneo y el Sahara). Los pueblos que vivían
en la ribera, a causa de ello, se encontraban en constante zozobra y para
prevenir el peligro, se levantaron a lo largo de la costa numerosas atalayas de
mampostería ciega, a las que se ascendía por medio de escalas de cuerda que
luego eran retiradas. Desde lo alto de esas torres se vigilaba el ancho
horizonte y, no bien se avizoraban las velas de las naves berberiscas, el
centinela de turno comenzaba a gritar: "¡hay moros en la costa!". Sonaba
entonces la campana, se encendían las hogueras de señal y la gente -alertada- se
preparaba para la defensa. El sistema perduró hasta muchos años después, cuando
se firmó la paz con los reyes de Berbería, pero el proverbial grito de ¡hay
moros en la costa! pasó a ser expresión de uso familiar para advertir a alguien
sobre la presencia de quien representa cierto peligro, o bien no conviene que
escuche algo de lo que estamos diciendo. En sentido opuesto, se usa la expresión
antónima no hay moros en la costa, para dar a entender que no existe peligro
inminente para una persona que debe realizar determinada tarea.
LA ESPADA
DE DAMOCLES. Según cuentan Horacio en una de sus "Odas" y Cicerón, en sus
"Tusculanas", Damocles era cortesano de Dionisio I, El Viejo (siglo IV, AC),
tirano de Siracusa, a quien envidiaba por su vida aparentemente afortunada y
cómoda. El rey, con el propósito de escarmentarlo, decidió que Damocles lo
sustituyera durante un festín, pero para ello dispuso que sobre su cabeza
pendiera una afilada espada desnuda suspendida de una crin de caballo. De esta
manera, Damocles pudo comprender lo efímero e inestable de la prosperidad y del
lujoso modo de vivir del monarca. La frase la espada de Damocles se utiliza
desde hace mucho tiempo, para expresar la presencia de un peligro inminente o de
una amenaza.
LA PARTE DEL LEÓN. Es una reminiscencia de la fábula de
Esopo "El león y el onagro" (una especie de asno salvaje). Según cuenta el
fabulista griego, los dos animales colaboraban en una jornada de caza hasta que
cobraron una pieza y llegó el momento del reparto, en la que el león llevaba la
voz cantante. Lo primero que hizo fue dividir el animal en tres partes y comenzó
a efectuar el reparto: la primera parte era para él, por ser el rey; la segunda,
también para él, en su condición de "socio a partes iguales" y, a llegar a la
tercera, se detuvo, miró al onagro y le dijo: "Si no te vas de acá, la vas a
pasar muy mal". Posteriormente, el modismo quedarse con la parte del león pasó a
expresar el abuso de poder y la falta de equidad en el reparto, cuando uno se
asocia con alguien más poderoso.
LA TERCERA ES LA VENCIDA. Expresión de
tono optimista que asegura que, luego de haber fracasado en dos intentos, la
próxima vez se logrará lo propuesto, por lo que se exhorta a la persona a
perseverar en su esfuerzo. El origen parece estar en el vocabulario de la lucha
cuerpo a cuerpo (y en otras clases de enfrentamientos), en la que el luchador
que derribaba tres veces a su adversario ganaba, aunque algunos sostienen que,
primitivamente, se consideraba ganador al que mejor se desempeñaba en un total
de tres juegos. Como vemos, siempre era el número tres el elegido. En el ámbito
de la Justicia de los siglos XVI y XVII, en la práctica procesal del derecho
penal, se establecía la muerte al tercer robo, con lo que para el reo, al igual
que para el luchador, la tercera, era la vencida.
LÁGRIMAS DE COCODRILO.
Por motivos que se ignoran o quizá porque la imagen del reptil ha estado siempre
ligada a hechos misteriosos, muchas son las leyendas que se cuentan acerca de la
conducta del cocodrilo, algunas de ellas relacionadas con su actitud ante sus
presas. Desde tiempos remotos, se sostenía que el saurio, para atraer a sus
víctimas emitía un extraño e insinuante gemido. Otros autores añadían que, una
vez devorada la presa, el temible reptil lloraba sobre los despojos de su
comida, quizás afligido porque el festín hubiese terminado tan de prisa y no
falta quien asegura que suele comerse a sus propias crías, desconociendo en este
caso que la hembra acomoda a los más pequeños dentro de sus fauces para
llevarlos al río, donde luego los suelta para que comiencen a nadar por sus
propios medios. Asimismo, se sabe que las famosas lágrimas de cocodrilo son una
secreción acuosa que mantiene húmedos los ojos del animal, fuera del agua, pero
no tienen nada que ver con el llanto, debido a que las glándulas salivales y las
lacrimales de este animal están situadas muy cerca unas de las otras y por eso,
se estimulan constantemente, lo que hace que al animal mientras llore mientras
come. Todo esto, sumado a la fantasía popular sirvió para dar origen a la
expresión lágrimas de cocodrilo, con la que se alude al dolor fingido de alguien
ante cualquier suceso desgraciado, dolor que no es tomado en serio por ninguna
de las personas que lo contemplan.
LAS COSAS CLARAS Y EL CHOCOLATE
ESPESO. Cuando desde América, el monje español fray Aguilar envió las primeras
muestras de la planta de cacao a sus colegas de congregación al Monasterio de
Piedra, para que la dieran a conocer, al principio no gustó, a causa de su sabor
amargo, por lo que fue utilizado exclusivamente con fines medicinales.
Posteriormente, cuando a unas monjas del convento de Guajaca se les ocurrió
agregarle azúcar al preparado de cacao, ese nuevo producto causó furor, primero
en España y luego en toda Europa. En esos tiempos, mientras la Iglesia se
debatía sobre si esa bebida rompía o no el ayuno pascual, el pueblo discutía
acerca de cuál era la mejor forma de tomarlo: espeso o claro. Para algunos, el
chocolate se debía beber muy cargado de cacao, por lo que preferían el chocolate
espeso, o sea, "a la española"; para otros, el gusto se inclinaba por la forma
"a la francesa", esto es, más claro y diluido en leche. Los ganadores,
finalmente, fueron los que se inclinaron por el chocolate cargado, por lo que la
expresión las cosas claras y chocolate espeso se popularizó en el sentido de
llamar a las cosas por su nombre. Entre nosotros, circulaba hace algunos años la
variante las "cuentas" claras y el chocolate espeso, usada en relación con las
deudas (sobre todo de dinero) que suelen mantener las personas.
LAS
PAREDES OYEN. Es un modismo que procede de Francia, del tiempo de las
persecuciones contra los hugonotes que culminó en la histórica "Noche de San
Bartolomé" o "Noche de los cuchillos largos", episodio sangriento de las luchas
religiosas que asolaron Francia en la segunda mitad del siglo XVI. El hecho fue
promovido por Catalina de Médicis y el duque de Guisa quienes instigaron a los
católicos a llevar a cabo una matanza de hugonotes (seguidores de Calvino), la
noche del 24 de agosto de 1572. Según algunos historiadores, en aquellos
tiempos, la reina Catalina de Médicis mandó construir, en las paredes de sus
palacios, conductos acústicos secretos que permitieran oír lo que se hablaba en
las distintas habitaciones, para así poder controlar cualquier conspiración en
su contra. La frase las paredes oyen, con el tiempo, pasó a ser utilizada como
señal de advertencia acerca de lo que se dice en determinado momento y
lugar.
LLÁMALE HACHE. Hemos reunido dos dichos en una explicación, debido
a que ambos tienen relación con letras de nuestro alfabeto. Hasta el siglo XVI,
la letra "h" en nuestro idioma, tenía un valor fricativo laríngeo y se la
pronunciaba casi como una jota, lo que hoy solemos decir una "hache aspirada".
Pero, al hacerse átona por pérdida de ese sonido, cayó en menosprecio de la
gente sencilla, de donde, como consecuencia nació el modismo llamale hache, como
equivalente en el lenguaje familiar de es lo mismo, da lo mismo una cosa que
otra, o sea, que da igual la presencia o ausencia de la letra hache. Entre
nosotros, se la usa como expresión de justificación similar a la que dio origen
al dicho. La letra "j" proviene de las lenguas primitivas del Medio Oriente,
como el hebreo, el caldeo y el siríaco, y era la más pequeña de esos alfabetos,
por lo que su nombre llegó hasta nosotros como equivalente de cosa pequeña o
insignificante. En la escritura hebrea, por otra parte, la iod -o sea, la jota-
participaba como rasgo inicial de todas las demás letras. De ahí que el modismo
no saber ni jota alude a la extrema ignorancia de alguien en una cosa
determinada y así es como lo utilizamos en la actualidad.
LAVARSE LAS
MANOS. Esta frase, muy utilizada para dar a entender que uno se declara libre de
responsabilidad ante cualquier hecho, debe su popularidad al gesto histórico de
Poncio Pilatos, procurador romano de la región de Judea, cuando tras pronunciar
sus célebres palabras "Inocente soy de la sangre de este justo", se lavó las
manos como respuesta a la condena de Jesucristo, clamorosamente reclamada por la
turba enardecida de Jerusalén. En realidad, el gesto de lavarse las manos era
una práctica simbólica en aquellos tiempos y se utilizaba para dar testimonio de
inocencia ante cualquier grave acusación. Actualmente, la expresión yo... me
lavo las manos o simplemente lavarse las manos, hace referencia a la liberación
de toda responsabilidad ante determinado hecho.
LO CONOCEN HASTA LOS
PERROS. El dicho alude a la figura de don Francisco de Chinchilla, alcalde de
Madrid a fines del siglo XVIII. Este buen señor acostumbraba a presentarse en
los mercados, acompañado de sus alguaciles y guardias, al menor signo de disputa
o riña, logrando -con su sola presencia- calmar los ánimos de los presuntos
contendientes, de manera que la calma volvía a reinar en el lugar. También se
cuenta de don Chinchilla que, en cierta oportunidad, con el propósito de mejorar
las condiciones de salud de los madrileños, dictó una ordenanza que autorizaba a
los alguaciles a matar a pedradas a todos los perros abandonados y vagabundos.
La orden fue cumplida al pie de la letra y muy pronto se pudo ver por las calles
Madrid un gran número de lapidaciones de perros vagabundos. Y llegó a tal punto
la cuestión, que la gente comenzó a decir que los animales realmente conocían a
su verdugo, ya que con la sola presencia de don Chinchilla, los canes empezaban
a aullar y salían corriendo. Con el tiempo, la expresión lo conocen hasta los
perros se aplicó para dar a entender que alguien es muy popular.
MAMBRÚ
SE FUE A LA GUERRA. Es el título de una canción popular compuesta por los
franceses durante la guerra de la Independencia, suponiendo que había muerto su
archienemigo John Churchill, duque de Marlborough, militar inglés que había
participado también en la Guerra de Sucesión española. La pronunciación popular
del difícil nombre Marlborough dio origen a la palabra Mambrú, con la que se
tituló la canción que primero fue cantada por los soldados y patriotas
franceses. El tema pasó muy pronto al olvido, hasta que la nodriza del delfín
francés, contratada por María Antonieta -esposa de Luis XVI- comenzó a arrullar
al niño con esta canción, lo que causó mucha gracia a los reyes y muy pronto,
todos la entonaban en el palacio de Versailles. Por influencia de los Borbones,
en España volvió a difundirse la canción y recobró su popularidad, sobre todo,
entre las niñas, que la cantaban mientras jugaban a la rayuela. En nuestro país,
Mambrú se fue a la guerra identifica una de las canciones infantiles más
populares desde la época de la Colonia.
MANTENERSE EN SUS TRECE. Este es
otro de los dichos sobre cuyo origen hay opiniones encontradas. Mientras algunos
sostienen que proviene de la obstinación con que el antipapa español Pedro de
Luna, durante el cisma de Occidente, mantuvo sus derechos al trono bajo el
nombre de Benedicto XIII, para otros es simplemente un modismo residual de
cierto antiguo juego de naipes, en el que, a la manera del que nosotros
conocemos como el siete y medio, la cantidad de tantos máximos para poder ganar
el juego era "quince". De esta forma, sucedía con mucha frecuencia que el
jugador, al alcanzar ocasionalmente los trece puntos y por temor a pasarse de la
cantidad ideal, se rehusaba a pedir otra carta y se plantaba en ese número. Sea
cual fuere el origen del dicho, la expresión mantenerse en sus trece ha pasado
al lenguaje popular como sinónimo de terquedad y persistencia porfiada en
mantener una opinión o en cumplir una tarea determinada.
MARCHARSE A LA
FRANCESA. Durante el transcurso del siglo XVIII, existía entre las personas de
la alta sociedad francesa una moda que consistía en retirarse de un lugar en el
que se estaba realizando una reunión o velada, sin despedirse, sin siquiera
saludar a los anfitriones. Llegó a tal punto este hábito, que era considerado un
rasgo de mala educación saludar en el momento de la partida. No se objetaba, por
ejemplo, que la persona mirase el reloj para dar a entender las circunstancias
por las que ella debía retirarse, pero de ninguna manera se veía con buenos ojos
que el asistente saludase antes de ausentarse. Esta costumbre, en Francia
dio origen al dicho sans adieu (sin adiós), que el lenguaje coloquial español
acuñó en la forma marchar a la francesa, pero en este caso como equivalente de
reprobación del comportamiento de alguien que, sin despedida ni saludo alguno,
se retira de una reunión.
MÁS RUIDO QUE NUECES. No es muy segura la
procedencia de este modismo, aunque circula por España una anécdota que podría
explicar el origen del dicho. Según cuenta el conde de Clonard, en 1597 las
tropas españolas tomaron la ciudad de Amiens merced a una treta urdida por el
capitán Hernán Tello de Portocarrero, que vistió de labradores a dieciséis de
sus soldados que hablaban muy bien en francés. Estos hombres penetraron en la
ciudad provistos de sacos de nueces, cestos de manzanas y un carro de heno.
Apenas entraron en la ciudad, uno de los soldados dejó caer voluntariamente uno
de los sacos de nueces, lo que movió a los soldados franceses a recoger las
nueces del piso. Esta situación permitió a los españoles que sacaran sus armas
de la carreta de heno y así reducir a las tropas locales para permitir el
ingreso de una columna invasora. Posteriormente, los franceses recobraron la
plaza, pero la astucia de la estratagema habrían dado origen al dicho ser más el
ruido que las nueces. Con el correr del tiempo, la frase pasó a ser parte del
uso popular, como manifestación de exagerada demostración de un hecho que no
tiene tanta trascendencia.
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